Una salida rápida
El objetivo principal de cerraduras y cierres para puertas suele ser dejar a las personas dentro o fuera (de no ser así, una puerta vendría a ser como la entrada de un salón del Oeste), pero hay un caso en el cual lo importante es dejar circular a la gente. Cuando ocurre una emergencia, la regla principal es: salir lo antes posible.
Por ese motivo, hay todo un abanico de dispositivos antipánico que facilitan una salida de emergencia. Básicamente, las salidas de emergencia están diseñadas para edificios en los que la gente ya conoce el terreno, mientras que las salidas antipánico sirven para lugares como aeropuertos o cines, en los que el público debe encontrar primero la puerta y después abrirla. Mientras que las primeras son cerraduras con un dispositivo de anulación que se puede operar con una sola mano, las segundas han sido diseñadas especialmente para situaciones en las que apenas hay tiempo para pensar. Los dispositivos antipánico están equipados con una barra que recorre casi la totalidad de la anchura de la puerta y que simplemente basta con empujar.
Control de las multitudes
Por tanto, ¿cómo se comporta la gente exactamente en un caso de emergencia? Se ha investigado mucho sobre este tema, pero la opinión de los expertos ha cambiado sustancialmente en los últimos cincuenta años. Antes se pensaba que las multitudes eran siempre presa del pánico y que se precipitan corriendo hacia las salidas. Se daba por sentado que, aún siendo seres racionales, la mayoría de las personas pierde la capacidad de tomar decisiones racionales cuando forma parte de una multitud, con lo cual se dirigían todos a una misma puerta, pasando por encima de los demás y bloqueando las salidas en un intento apresurado de escapar, en vez de salir con orden y eficacia.
Investigaciones más recientes – impulsadas en gran medida por las bombas del 11-S en el World Trade Center y los ataques suicidas del metro de Londres en 2005 – han puesto en tela de juicio esta opinión. Estos y otros desastres muestran que son muchos quienes se paran a pensar, incluso en situaciones de emergencia. John Drury, catedrático del departamento de psicología de la Universidad de Sussex (Inglaterra), dirige un proyecto conjunto entre varias universidades sobre conducta de masas, y afirma que en los desastres que él ha estudiado “no hay pánico de masas. Siempre hay personas que pierden los nervios, pero la masa en conjunto no.” La masa desarrolla incluso un sentido propio de la solidaridad, puesto que se es consciente de estar todos en el mismo barco, y es frecuente que muchas personas se ayuden entre sí, aún arriesgando sus propias vidas.
En palabras de un superviviente de los ataques del metro londinense, “una de las cosas que me impresionó de esta experiencia es que en unos segundos pasas de estar rodeado de extraños a verlos como los seres más cercanos y más importantes de tu vida. Fue una sensación extraordinaria.”
Tomando en serio las amenazas
Naturalmente, los ataques del metro de Londres iban dirigidos contra pasajeros que no estaban haciendo nada más en aquel momento y que enseguida se dieron cuenta de que algo iba mal. En muchos casos, cuando suena una alarma, la gente se pasa un rato decidiendo si debe tomársela en serio o si es mejor terminar lo que están haciendo. Unos preguntan a otros y se desarrolla un consenso sobre la seriedad del asunto. Este tiempo perdido a menudo resulta desastroso. Como afirma Neil Townsend, oficial de una división del London Fire Rescue Service, “cuando muere gente en un incendio muchas veces no se debe tanto al pánico, como a la ausencia del mismo.”
El catedrático Norman Groner, del departamento de gestión pública del John Jay College of Criminal Justice de Nueva York, afirma en la página web de la American Psychological Association (APA) que una locución de aviso suele ser más eficaz que una alarma o una sirena. Y si la alarma pudiera ser operada desde un puesto de seguridad o un punto de seguridad antiincendios, serviría además para alertar a los ocupantes del edificio sobre la localización del fuego y recomendar las rutas de evacuación más seguras.
Lo cual concuerda con la opinión de John Drury: la comunicación es la clave. Según él, debemos confiar más en la masa: esa vieja creencia de que la verdad no hace sino acrecentar el pánico ya no es válida. De hecho, en su opinión “es preciso dedicar el mismo tiempo a buenos procedimientos y tecnologías de comunicación que a cuestiones técnicas (por ejemplo, la anchura de las salidas).”
Iluminar la ruta
Lo cual no significa que tales cuestiones técnicas carezcan de importancia. Drury señala que tras el primer ataque al World Trade Center en 1993, se mejoró la iluminación en las escaleras de emergencia. Y además se pusieron en marcha simulacros de evacuación, en los cuales por cierto se da por sentado que la gente no sólo no se deja llevar por el pánico, sino que es capaz de usar la información adquirida en el simulacro anterior. “Si los ataques del 11-S hubieran tenido lugar sin estas medidas, habría muerto mucha más gente”, afirma. En aquella ocasión, según USA Today, el 99% de las personas que se encontraban en el edificio por debajo del punto de impacto de los aviones pudieron ser rescatadas.
Pero de nada habría servido bajar todas las escaleras si luego no se hubiera podido encontrar la puerta. ASSA ABLOY ha desarrollado la tecnología LiteGuide para iluminar salidas de emergencia. Utilizando un recubrimiento fotoluminiscente, que funciona sin alimentación, o bien una banda electroluminiscente bien visible, capaz de funcionar a pilas si el suministro de electricidad se corta, Liteguide ilumina los indicadores adicionales para ayudar a la gente a encontrar la salida. Esta tecnología se puede utilizar para iluminar marcos de puertas, dispositivos de salida y señales que ayudan a la gente a encontrarlos en la oscuridad o a través del humo, y se puede integrar en un sistema que ilumina la salida hacia el exterior, accionado por una alarma de seguridad. Una característica muy útil es la señal de salida que se coloca en la parte inferior de la puerta, siendo así visible para una persona que se esté arrastrando por el suelo a través del humo.
Beacon, otra tecnología de ASSA ABLOY, suministra luces que emiten flashes y señales audibles (incluidas locuciones de aviso) para guiar a la gente hacia la salida. El objetivo es que las personas se sientan seguras a la hora de utilizar una puerta distinta de aquélla por la que habían entrado. La experiencia indica que tienden a buscar la salida allí por donde han entrado, lo cual, como declaró a la APA Guyléne Proulx, un veterano investigador del National Research Council of Canada, no deja de ser una reacción sensata: “Durante una emergencia, los ocupantes no quieren usar una salida que no conocen, puesto que no saben a dónde les va a conducir.”
Fácil de abrir
Pero incluso si se ha encontrado la puerta correcta, es preciso poder salir; y ahí es donde entran en juego los dispositivos antipánico. Las viejas barras cruzadas se han quedado obsoletas. Ahora las normativas exigen que las barras se puedan abrir con un ligero empuje, y que cedan a una presión realizada en cualquier punto de su longitud. Dos divisiones de ASSA ABLOY – la española TESA y la francesa JPM – trabajan en la actualidad desarrollando una nueva plataforma única para toda Europa que se acoja a la normativa europea EN 1125.
Según Juan Iraeta, manager de Desarrollo de Mercado e Innovación de TESA, “estamos desarrollando actualmente la versión de sobreponer, que está más extendida en Europa, y después trabajaremos en la versión de embutir.”
De todas formas, un problema al que se enfrentan los fabricantes de cerraduras es que estas salidas suponen un punto débil en la seguridad del edificio, y por ello ASSA ABLOY ha desarrollado dispositivos que se pueden conectar a sistemas de acceso controlados por ordenador. “De esta forma, por ejemplo, un comercio puede contar con un retraso incorporado que permita al personal de seguridad comprobar si alguien se está yendo sin pagar”, explica Iraeta. “O se puede programar la puerta para denegar la salida completamente en casos en los que el comercio esté cerrado y no deba haber nadie allí.”
Pero la seguridad de las personas siempre se antepone a la de bienes. En cuanto se dispara una alarma antiincendios, se levantan todas las restricciones, y una suave presión sobre la barra basta para abrir la puerta inmediatamente.
“Nuestro objetivo es fabricar productos en los que el usuario final pueda confiar en caso de desastre”, dice Iraeta. “La forma de utilizar el equipo debería resultar evidente desde el primer momento.”
Dicho de otra forma: ¡nada de pánico, basta con empujar la puerta!
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