Un negocio arriesgado

20 de enero de 2009: Washington DC se halla en estado de alerta. Va a dar comienzo la investidura del nuevo presidente, y dos millones de personas quieren asistir a ella. Ahora bien, un presidente nuevo en las calles de la ciudad supone un gran riesgo; por ello, los servicios secretos han convertido Washington en zona de alta seguridad. Los puentes que cruzan el río Potomac han sido cortados; en ciertas áreas se ha restringido el tráfico, y en otras se ha prohibido. No se permite a nadie llevar paraguas o carritos de niño más allá de un punto determinado. Para acercarse a la acción es preciso portar una identificación especial, y los oficiales están registrando a muchas personas en puestos de control.

De acuerdo, se trata de un día aislado, pero en muchos lugares del mundo el nivel de seguridad es ése mismo todos los días del año. Normalmente no pasan por allí millones de visitantes, pero los intrusos hostiles siguen siendo un riesgo enorme para las centrales nucleares, las plantas de depuración de agua, las fábricas de productos químicos y muchas otras instalaciones.  

En Inglaterra, el sector hidráulico está sujeto a directrices gubernamentales, que se adaptan constantemente a los últimos avances. Un especialista en hardware de seguridad para empresas de alto riesgo afirma que el sector hidráulico ha incrementado enormemente sus medidas de seguridad en años recientes. Buena parte de esos presupuestos se invierte en control de accesos, según este mismo especialista. “Aquí se incluiría la provisión de puertas de alta seguridad y la actualización de dispositivos de cierre – como cilindros y candados – por medio de sistemas de llave protegidos por patentes. Y también, cuando es necesario, esta actualización de la seguridad física puede venir apoyada por sistemas de detección de intrusos y circuitos cerrados de TV.”  

En la zona
Lo más habitual, y lo que se hizo en Washington el Día de Investidura, es trabajar por zonas de seguridad. Cada zona se va haciendo más segura a medida que uno se acerca al centro de la instalación. Se responde a la intrusión en estas zonas sucesivas con distintos grados de dureza (dependiendo del país y la instalación), que pueden ir de la mera observación a la confrontación armada.  

Esta es la política que sigue también la industria nuclear. Las vallas perimetrales se van haciendo más inexpugnables a medida que uno se acerca a una central eléctrica. La entrada a las instalaciones es muy restringida, y el acceso al propio reactor nuclear está altamente controlado. Pero mientras el sector decide cómo aplicar dichas normativas, Doug Walters, Director de Asistencia Operativa del Nuclear Energy Institute (NEI), que representa al sector de la energía nuclear estadounidense, señala que es el gobierno el que determina qué se debe considerar un riesgo. “Somos un sector muy regulado”, dice, “y corresponde a la NRC [Nuclear Regulatory Commission] definir lo que se conoce como Amenaza Básica.” Según Walter, dicha Amenaza incluye desde vehículos-bomba y sabotajes provocados por internos hasta un ataque de un pequeño grupo entrenado y bien armado; y ésta es la amenaza ante la cual toda central nuclear de Estados Unidos debe estar bien preparada.  

Los miembros del personal de seguridad se someten regularmente a cursillos de preparación. Tom Kauffman, responsable de relaciones con los medios en el NEI, afirma que “en todo nuestro sector se respira una cultura de seguridad muy vibrante, tanto en lo que respecta a la seguridad de las operaciones como a la preparación de los empleados. Y eso incluye también al personal de seguridad.” Se realizan simulacros regularmente, se imparten clases y tienen lugar ejercicios supervisados por la NRC con falsos intrusos. Y aunque ningún sistema es perfecto, Walters cree que cuentan con un número suficiente de “salvavidas”.  

“Ha habido casos en los que ciertos cargos de seguridad no prestaban atención a su tarea”, admite, “pero incluso en dichos casos creemos que seríamos capaces de proteger la planta.”  

La seguridad aumenta
Como en tantos aspectos de la seguridad pública, fue el 11-S lo que provocó un cambio radical de actitud. “La seguridad pasó a un primer plano”, dice Walters, y Kauffman tiene una experiencia personal que lo atestigua. “Yo dejé este sector en 2000 y volví en 2008”, recuerda. “Las diferencias eran asombrosas en lo relativo a armas, equipos y tecnología; la seguridad del sector ha pasado a un nivel superior.”

“No es probable que se produzca un ataque a una central nuclear”, dice Walters, “pero si ocurriera podría tener un enorme impacto.” Por ello el sector nuclear estadounidense ha invertido más de 1.200 millones de dólares USA en los últimos años en personal adicional de vigilancia. El gasto en seguridad ha aumentado un 64% en ese periodo.  

Pero toda normativa estricta tiene su lado negativo. “A veces me llaman vendedores y distribuidores [de equipos de seguridad] que trabajan en el sector de defensa y quieren introducir sus productos en el sector privado,” dice Walters. “A menudo son productos interesantísimos, pero no siempre podemos admitirlos, ya que tenemos que dirigirnos en primer lugar a la NRC. Por ello hemos creado un grupo que se dedica a la cuestión de la tecnología y sus usos; nos gustaría centrarnos en tecnologías que hayan sido probadas ya en instalaciones gubernamentales.”  

Se refiere, por ejemplo, a naves aéreas dirigidas que podrían servir para patrullar una valla perimetral, por ejemplo; pero en general se trata de aprovechar la tecnología allí donde se pueda. Las cámaras han mejorado, existen armas que se operan a distancia, los accesos se pueden controlar ahora con lectores geométricos anuales. “Nunca podremos prescindir del todo de las armas y de los guardas de seguridad”, afirma, “pero a medida que la tecnología se vaya haciendo más asequible, la iremos incorporando. Siempre será preferible evitar riesgos a las personas poniendo la tecnología en su lugar.”  

Walters se refiere también a una mayor cooperación con las comisarías de policía. “El Departamento de Seguridad Interna ha forjado muchas alianzas, tanto públicas como privadas, que sin lugar a dudas seguirán afianzándose, aunque ya son bastante sólidas hoy en día”, afirma.  

La necesidad de una alianza es algo que señalan también muchos otros. Alvin Wright, portavoz del Ayuntamiento de Houston (Texas), afirma que los oficiales de seguridad del depósito de agua municipal colaboran estrechamente con los del sector químico de la región, así como con las 115 comisarías que hay en la zona y también, por supuesto, con la base aérea local. “Organizamos muchos cursos interactivos con participación de unos y otros”, asegura.  

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