Protegiendo lo que no tiene precio
En 2004, varios individuos armados y con el rostro oculto irrumpieron en el Museo Munch de Oslo y se apoderaron de dos obras maestras – “El Grito” y “Madonna” – ante los ojos atónitos de los visitantes. A consecuencia de esto, el museo tuvo que cerrar sus puertas durante casi un año para reforzar sus medidas de seguridad.
La protección de objetos de valor incalculable es un reto especialmente difícil para museos y galerías de arte, que se enfrentan al espinoso dilema de proteger las obras al tiempo que permiten a millones de visitantes que las admiren, afirma Ton Cremers, que fue responsable de la seguridad del Rijksmuseum de Amsterdam durante 15 años.
“Un coleccionista privado de objetos culturales de valor los guardará en una cámara de alta seguridad, no hablará a nadie de ellos y, sobre todo, no permitirá a ningún extraño entrar a su casa para admirarlos”, dice. “Los museos, en cambio, deben hacer exactamente lo contrario. Su objetivo no es cerrar sus puertas, sino buscar la forma de abrirlas a los visitantes de una forma responsable.”
Vulnerable por arriba
Los sistemas de alarma deben estar instalados en la parte exterior del edificio, en puertas, en ventanas y en todos los niveles, dado que la experiencia demuestra que el 50% de los robos se produce a través de los pisos más altos del edificio o incluso por el tejado. Las medidas de seguridad no deberían limitarse a la detección de movimientos en el interior del edifico, señala Cremers.
“Si lo permite el entorno circundante, lo ideal es contar con un sistema que detecte a los intrusos desde el momento en que se acercan al edificio. Usando cámaras de detección de movimientos, detección por infrarrojos o bien un sistema láser que escanee continuamente las instalaciones externas.”
Cremers señala que estos sistemas requieren un gran mantenimiento, ya que las cámaras y escaners que se emplean deben ser limpiados con regularidad para evitar falsas alarmas.
El hecho de que muchas galerías se encuentren en edificios históricos no hace sino añadir complejidad a la instalación de una seguridad adecuada. Si la construcción de un edificio no permite actualizar la seguridad hasta un nivel hi-tech, la seguridad debe asegurarse por medio de compartimentos internos antirrobo. “Ello requiere una gran creatividad y soluciones a medida”, señala Cremers.
Cómo y cuándo se exhiben los diversos objetos en el museo también debe ser parte integral de la planificación de seguridad. Los objetos más valiosos nunca deben estar cerca del exterior, una lección que aprendió con lágrimas el Kunsthistorisches Museum de Viena hace unos años cuando fue víctima del robo del “Salero de Oro” de Cellini. El robo de dicha obra, cuyo valor se calcula en 30 millones de euros, se realizó en 58 segundos. En aquella época había un andamio instalado fuera del edificio. El ladrón escaló por el andamio, rompió primero una ventana y después la vitrina que contenía la pieza.
“Había un sistema de alarma instalado en las ventanas, pero no existe organización capaz de reaccionar con la suficiente rapidez ante un robo que se puede perpetrar en menos de un minuto”, afirma Cremers.
El principio de redundancia
Este caso, añade Cremers, ejemplifica a la perfección el tipo de errores que cometen muchos museos al depender casi totalmente de los sistemas de alarma electrónicos.
“Estos sistemas no sirven de nada si no se combinan con medidas estructurales y organizativas. La seguridad siempre debe establecerse en base al principio de redundancia, lo cual significa que si alguna de las medidas es rebasada, siempre habrá otras capaces de realizar la misma tarea.”
La seguridad durante las horas de apertura al público requiere ese mismo tipo de mentalidad redundante, añade Cremers. “Las vitrinas antirrobo y los sistemas de seguridad suspendidos para proteger cuadros no sirven de mucho a no ser que estén asistidos por alarmas electrónicas y viceversa.”
El principio de redundancia y las soluciones integradas son las claves de la seguridad de un museo. En primer lugar, afirma, hay que revisar la organización entera, lo cual incluye a guardas, permisos de visita, controles de entrada, organización de respuesta a las alarmas y diseño de las exposiciones y del tránsito por el museo. Esto último consiste en un sistema por el cual se guía al visitante por el museo siguiendo una ruta ya trazada que no sólo mejora la experiencia visual de aquél, sino que además evitaría una eventual huida rápida tras un hipotético intento de romper-y-robar.
Una solución de seguridad completa debería ocuparse también de cuestiones estructurales como puertas, cerraduras, verjas, barras, cristales antirrobo y sistemas suspendidos. Estos vienen complementados por soluciones electrónicas como la detección de movimientos, los sistemas de infrarrojos, las alarmas de sonido, sistemas de CCTV (circuitos cerrados de TV) y soluciones RFID (identificación por frecuencias de radio) que se aplican o se incorporan a la obra de arte con objeto de localizarla una vez robada.
Delito interno
Los CCTV juegan un papel muy importante a la hora de disuadir a posibles ladrones, dice Cremers: “Todo museo debería tener cámaras de identificación y monitores en todas sus entradas. Los visitantes y el personal que entre en ellas pueden ser controlado mediante estas cámaras. Este sistema debe ir acompañado de un monitor en el que la persona que ha entrado pueda verse claramente a sí misma. Es frecuente que el ladrón haga una visita de reconocimiento previa al robo; si se da cuenta de que ya ha sido filmado, puede que ello le disuada de llevarlo a cabo.”
Según las estadísticas del FBI, entre el 70% y el 80% de los casos de robo resueltos incluyen la participación de algún tipo de figura interna, señala Cremers, llamando la atención sobre un factor delictivo que a menudo se pasa por alto. “He realizado asesoramientos de riesgo en cientos de museos en los últimos diez años, y siempre me sorprende lo poco que se suele tener en cuenta el riesgo de participación del personal interno.”
Los museos y galerías de arte parecen enfrentarse a un reto cada vez mayor con el aumento de robos armados en los últimos diez años. Pero Cremers opina que se pueden tomar medidas para luchar contra ello. “Puertas de seguridad en las entradas, rutas fijas, CCTV, vitrinas de cristal y protección de los cuadros tras un cristal (lo cual los hace más pesados y menos manejables) son algunas de las técnicas disponibles para combatir la creciente violencia”, dice.
Por último, ¿qué pasó con los cuadros de Munch? Fueron recuperados en 2006 y el museo cuenta ahora con medidas de seguridad como escaners de rayos X, detectores de metales y puertas de seguridad para los visitantes.
“Ahora todos nuestros cuadros están protegidos por cristales de seguridad y están bien sujetos a las paredes, y por supuesto tenemos también guardas y vigilancia extra”, declaró a la CNN Jorun Christoffersen, jefe de marketing del museo. “Creemos que ahora ya es seguro exhibir los cuadros.”
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