Protegiendo el campus hasta cierto punto

Las tragedias acaecidas en dos campus en los últimos dos años (la masacre de Virginia Tech, en la cual perdieron su vida 33 personas, y el tiroteo del día de San Valentín en la Universidad de Northern Illinois, en el que hubo seis muertos) han hecho que las universidades de todo el mundo presten mayor atención a la cuestión de la seguridad de bienes y personas.

“Todo el mundo sabe que es preciso hacer algo, pero muchos están paralizados ante el siguiente paso a tomar”, dice Angelo Faenza, director general de la empresa de productos de seguridad PERSONA. Por suerte, hay muchas medidas que pueden tomar las universidades para mantener la seguridad de sus campus sin limitar la libertad de los estudiantes.  

Desafíos del mundo de la educación
Las universidades son entornos únicos que plantean cuestiones de seguridad muy significativas. A diferencia de los bloques de oficinas, en los campus de las universidades hay instalaciones residenciales y áreas de trabajo que cubren grandes áreas geográficas y están habitadas por estudiantes jóvenes, poco dados a tomar grandes precauciones. “El entorno del campus universitario es muy particular”, dice Faenza, que ha ayudado ya a muchas instituciones educativas en sus necesidades de seguridad.  

Faenza describe el campus como “una mini-ciudad”: un entorno muy diversificado que engloba a muchas personas diferentes cuyos papeles afectan a las decisiones sobre seguridad. Estas personas pueden tener también perspectivas muy distintas: mientras que un director de seguridad puede ser partidario de una protección rigurosa del lugar, el director del departamento residencial estará más preocupado por la calidad de vida de los estudiantes; y el rector de la universidad deberá equilibrar estas opiniones encontradas. Por ello, crear un sistema de seguridad exhaustivo puede requerir tiempo y dedicación.  

Visto desde fuera
Hacerse con el control del acceso perimetral es vital para la seguridad. Como señala Faenza, “el perímetro del edificio es lo más importante: quién entra, quién sale.” Dada la diversificación y la volatilidad de la población universitaria (que abarca estudiantes internos y externos, personal de la facultad y de otras tareas, y ciudadanos que utilizan la biblioteca y el gimnasio), las llaves no son la solución. Se pierden y se copian con facilidad, y no permiten asignar accesos en función de los papeles desempeñados, ni denegar accesos con rapidez.  

La Universidad de Quinnipiac, de Connecticut, es un ejemplo de cómo implementar sistemas de tarjetas. Las cerraduras PERSONA han sido instaladas en los 22 bloques residenciales de la universidad y permiten almacenar datos, con lo cual la universidad puede detectar qué usuarios han entrado en una habitación determinada y si la puerta ha sido abierta. Y lo que supone una ventaja añadida para los estudiantes: las tarjetas que se emplean para acceder a las puertas sirven también para pagar comidas, sacar libros, hacer fotocopias y acceder al gimnasio.

Otras prácticas aconsejables incluyen el uso de cámaras para controlar los exteriores del edificio, así como lectores de tarjetas que garanticen que los visitantes no autorizados no puedan colarse “pegándose” a alguien que sí tiene una tarjeta de acceso. Faenza sugiere también que los lectores de tarjetas estén conectados a un sistema de control central. “Esto permite controlar el edifico en tiempo real”, explica, y así la universidad puede bloquear con rapidez a un estudiante conflictivo que acaba de ser expulsado, por ejemplo, o limitar el acceso a los edificios donde están las aulas.  

Difundir el mensaje
Los sistemas de notificación también han sido una de las prioridades de la seguridad de los campus, sobre todo a raíz de la tragedia de la Universidad de Virginia. La Universidad de Richmond ha implementado un nuevo sistema de notificación muy compatible con la forma en que se comunican los estudiantes hoy en día (a través del SMS, el e-mail o el correo de voz) para casos de emergencia o para situaciones más comunes, como una suspensión de clases por causas meteorológicas. La Catholic University, de Washington, D.C., permite incluso que los padres reciban estos avisos.  

Estos sistemas de alerta son parte importante de una estrategia de seguridad exhaustiva. Sin embargo, es importante asegurarse de que los estudiantes estén dados de alta allí donde se requiera la obtención de un consentimiento, y de que mantengan actualizados sus datos de contacto. Mientras que la mayoría de los sistemas pueden importar información de contacto desde las bases de datos de las facultades, Faenza insiste en que “no puede haber notificación correcta si los datos son incorrectos.”  

Ciertamente el factor humano es clave para la seguridad del campus, sobre todo si los estudiantes o el personal no están presentes. Organizaciones como el Center for Personal Protection and Safety han organizado cursillos de formación para ayudar a los estudiantes y a la facultad a estar preparados para emergencias. Su programa “Shots Fired” ha sido adoptado por casi 200 facultades de Estados Unidos, entre ellas la California State University y la Universidad de Texas y Rutgers.  

En definitiva, la implementación de un programa universitario de éxito depende en gran medida de la comprensión de las tres “P”: la política del centro, los procedimientos y las personas. Crear una buena base de apoyo es fundamental, puesto que los administradores y el personal involucrado pueden ralentizar o bloquear el proceso si no se entienden entre sí. Estos retrasos se pueden evitar si sus superiores subrayan el hecho de que la seguridad no es una opción, y asumiendo que en lo que respecta a la solución final, “no todos van a estar igual de satisfechos”, en palabras de Faenza. Pero para lograr un mayor nivel de seguridad para bienes y personas es preciso un acuerdo al alcance de todos.    

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