Los Juegos Olímpicos: un catalizador del cambio

La tensión se acrecienta a medida que Londres se prepara para acoger los Juegos Olímpicos de 2012. El aumento de las medidas de seguridad ha generado un gran debate, pero también ha fomentado la aparición de ideas y soluciones innovadoras para el futuro.

Allison Wylde, profesora adjunta de análisis de empresa de la London Metropolitan University, ha estudiado hasta qué punto los Juegos Olímpicos de verano del 2012 han llevado a las empresas de seguridad a responder con innovaciones.

En su opinión, la seguridad es un tema importante, pero las cosas no son tan fáciles: “Existe una clara tensión entre la seguridad de los asistentes y el llegar a sentirse abrumado por un exceso de seguridad.”

En términos de innovación en seguridad, añade, los Juegos Olímpicos han funcionado en tres dimensiones principales: “En primer lugar, los Juegos Olímpicos son una fuente de amenazas. Pero también generan velocidad, funcionamiento en red y complejidad y, por último, crean gobernabilidad.”

Numerosas amenazas

Los Juegos Olímpicos “crean” amenazas desde el momento en que son el escenario perfecto para cualquier terrorista que busque llamar la atención. Hasta el momento se han producido dos ataques terroristas de importancia en unas Olimpiadas: en Munich en 1972, miembros del grupo palestino Septiembre Negro tomaron como rehenes a atletas israelíes, y diecisiete personas (de las cuales once eran atletas) murieron en el transcurso de un intento fallido de liberarlos. Y en 1996 en Atlanta, dos personas murieron cuando Eric Robert Rudolph puso una bomba en el Parque Olímpico en protesta contra el aborto.

No habían pasado 24 horas desde que se anunciara en 2005 que Londres había sido elegida sede de los Juegos de 2012, cuando estallaron cuatro bombas en el sistema de transporte público londinense, muriendo a causa de ello 52 personas. Aunque el ‘timing’ fue seguramente una coincidencia, resultó evidente que existe una amenaza potencial.

No habían pasado 24 horas desde que se anunciara en 2005 que Londres había sido elegida sede de los Juegos de 2012, cuando estallaron cuatro bombas en el sistema de transporte público londinense, muriendo a causa de ello 52 personas. Aunque el ‘timing’ fue seguramente una coincidencia, resultó evidente que existe una amenaza potencial.

A dicha amenaza se añade el problema habitual de evitar falsificaciones de entradas y robos de carteras o de coches. Inevitablemente, la presencia adicional de 450.000 personas divirtiéndose en las calles de Londres es un imán para los delincuentes. Lo cual quiere decir que todos los grandes comercios deberán elaborar su propia estrategia de seguridad olímpica, aunque esta no vaya a ser tan drástica como la del nuevo centro comercial de Westfield, junto al Parque Olímpico, que lleva realizando registros de alta seguridad a cada vehículo que entra en él desde su apertura en septiembre de 2011.

Por otra parte, las Olimpiadas no solo se celebran en Londres: también habrá partidos de fútbol en grandes estadios de todo el país, las competiciones de remo tendrán lugar en un lago cercano a Windsor, y las de vela se celebrarán en la costa sur.

Durante los Juegos se desplegarán más soldados que los que combaten en estos momentos en Afganistán.

Tal vez como consecuencia de la percepción de dicha amenaza, el gobierno británico ha aprobado Olympic Games Act 2006, creando con esta ley lo que algunos han llamado “un estado dentro de un estado.” Durante los Juegos se desplegarán más soldados que los que combaten en estos momentos en Afganistán. En algunos bloques de apartamentos se han instalado misiles tierra-aire. Y habrá comandos navales preparados en el Támesis y un portaaviones estacionado en pleno río, en caso de que se produzca un ataque similar al de Mumbai. La zona olímpica estará rodeada de una valla electrificada de once millas (17,7 km). En total, el presupuesto de seguridad se ha aumentado de 282 a 553 millones de libras esterlinas (aproximadamente unos 850 millones de dólares USA).

Generando innovación

Por tanto, queda claro que unas Olimpiadas generan amenazas y regulación, pero el estudio de Wylde se ha centrado sobre todo en la segunda dimensión: cómo las Olimpiadas han servido para que se aceleren las innovaciones por medio del trabajo en red y la complejidad. Por supuesto, la mayoría de las empresas con las que ha hablado lo han hecho sobre una premisa de confidencialidad, pero ello no le impide afirmar que los Juegos Olímpicos han hecho que muchas empresas innoven, y a menudo de maneras que en principio eran muy poco obvias.

Esta “innovación oculta” – como la llamó la National Endowment for Science, Technology and the Arts (NESTA) en un informe de 2007 – ocurre cuando las compañías adoptan ideas nuevas que no se pueden evaluar por medios convencionales.

Entre los cuatro tipos de innovación que identificó NESTA estaban la innovación “en formas organizativas o modelos de negocio” y “en la combinación de tecnologías y procesos ya existentes.” El significado de dichas acciones a veces no es valorado siquiera por las empresas que las adoptan. “Es algo que no aparece en el balance de gastos e ingresos”, explica Wylde. En la actualidad ella trabaja en un proyecto más a largo plazo que intentará cuantificar el volumen de lo que describe como “sector de inteligencia de servicios de la seguridad.”

Como señala Wylde, “los Juegos Olímpicos son tan grandes que están obligando a las compañías a comportarse de una forma distinta.” Pero el cambio no tiene por qué ser radical: “Puede tratarse, por ejemplo, de una empresa de vigilancia humana que adopta nuevos turnos de guardias, y con ello consigue ahorrar dinero.”

Es muy difícil encontrar una empresa que revele ejemplos concretos de sus actividades de cara a los Juegos Olímpicos, pero uno de los hallazgos de Wylde ha sido darse cuenta de hasta qué punto la “inteligencia de la seguridad” es un factor importante para muchas empresas, muchas de las cuales ni siquiera se dedican a la seguridad.

“Los Juegos Olímpicos son como una bola de nieve que rueda pendiente abajo”, dice, “empujando a muchas personas a hacer cosas o, al menos, a hacer esas cosas con más rapidez.”

“Los Juegos Olímpicos son como una bola de nieve que rueda pendiente abajo”, dice, “empujando a muchas personas a hacer cosas o, al menos, a hacer esas cosas con más rapidez.”

Y como ocurre hoy en día con todos los grandes eventos, estas Olimpiadas van a ser las Olimpiadas Verdes, así que el aspecto medioambiental también deberá estar muy presente. Una compañía de seguridad está equipando a sus guardas con un kit que les permite desconectar cualquier equipo eléctrico que no se esté usando mientras hacen sus rondas. “No es una tecnología nueva”, dice Wylde, “pero sí hay una nueva mentalidad de gestión en la adopción de esta solución tecnológica integrada, y esto es algo que han impulsado los Juegos Olímpicos. Seguramente habría ocurrido tarde o temprano, pero gracias a los Juegos, ha ocurrido ahora.”

En una rueda de prensa celebrada en marzo, el primer ministro británico David Cameron declaró que está “decidido a que esto se viva como un evento deportivo con unas buenas medidas de seguridad, y no como un evento de seguridad adornado con un buen evento deportivo.” El simple hecho de que se viera obligado a decirlo demuestra que ha habido cierto escepticismo al respecto, pero nadie quiere unos Juegos Olímpicos sin ningún tipo de seguridad. Esa es la tensión que subyace en el fondo de la gestión de estas Olimpiadas.

Y es al sector de la seguridad a quien corresponde solucionar este problema.

Por Michael Lawton

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