Los centros de enseñanza luchan para que no se copie

Internet, la comunicación inalámbrica y las cámaras de teléfono móviles se lo han puesto muy fácil a los estudiantes que quieren copiar. Los colegios están respondiendo con tecnologías cada vez más sofisticadas, pero en opinión de los expertos tal vez sea mejor a largo plazo promover la integridad académica.

¡Prohibido el chicle!: masticarlo puede servir para que una persona muy bien vigilada consiga disfrazar la charla a través de un teléfono de manos libres con su cómplice del exterior. El ordenador, bien visible sobre el pupitre en todo momento para evitar intentos de fotografiar la pantalla y hacer circular la información.

En el momento en que un cuidador ve algo raro, graba el trabajo que tiene el sospechoso en su ordenador y dirige una de las cámaras de seguridad para que haga un zoom de la pantalla. Las dos imágenes se graban en un CD y se guardan como pruebas.

¿Una celda de interrogatorios de alta seguridad de la CIA? No, una escena del centro de exámenes de la University of Central Florida. En su lucha contra lo que parece una tendencia cada vez mayor a copiar, muchos centros de enseñanza están recurriendo a medidas que podrían parecer un tanto extremas.

Cultivar la relación estudiante-alumno

Puede que al fin y al cabo la vigilancia y este tipo de medidas no sean la mejor estrategia a largo plazo para luchar contra el engaño, opina Teresa Fishman, directora del International Center for Academic Integrity de la Clemson University (Carolina del Sur): “De este modo se convierte a estudiantes y alumnos en adversarios. Es mejor hacerles ver que forman un equipo de aprendizaje.”

Teresa Fishman añade que aunque los centros usen tecnología sofisticada para luchar contra las copias, los estudiantes siempre van a ir un paso por delante de ellos. “Por cada nueva barrera que se erige, ellos encuentran una nueva forma de sortearla”, asegura.

Pero, ¿cómo culpar a los educadores, cuando todos los estudios indican que el problema está creciendo de verdad? A comienzos de este año, el Josephson Institute of Ethics realizó una encuesta entre 43.000 estudiantes de secundaria de Estados Unidos y declaró que “en los institutos se sigue copiando de manera creciente”. Un amplio porcentaje de estudiantes (el 59%) admitió haber copiado en algún examen durante el año anterior, y el 34% de ellos lo había hecho en dos ocasiones. Uno de cada tres admitió que había usado Internet para plagiar algún trabajo.

Y el problema no se limita a los institutos estadounidenses. Allí donde hayan llegado las tecnologías modernas habrá alguien copiando. Incluso un prestigioso templo de la enseñanza como es la británica Universidad de Oxford ha expresado su preocupación. Los supervisores de exámenes de la universidad, Nick Bamforth y Colin Thompson, declararon a The Telegraph que se han dado casos en que los estudiantes han cogido pasajes enteros de Internet y de trabajos de sus compañeros para incorporarlos directamente a sus tesis.

Según un informe publicado este año, en las universidades inglesas se registraron más de 17.000 incidentes relacionados con copias en 2010, lo cual supone un aumento del 50% en cuatro años. Dicho estudio, realizado en más de 80 universidades, concluye que las malas prácticas académicas se están extendiendo por todo el país; se ha pillado a miles de estudiantes plagiando, intentando sobornar a profesores o comprando sus trabajos en Internet.

¿Aumentan las malas prácticas académicas?

Teresa Fishman concede que copias y plagios son motivo de preocupación en centros de todo el mundo, pero no está tan segura de que se copie más que antes; tal vez sea la percepción del problema lo que ha cambiado. “Esto ocurre cuando la policía se esfuerza por coger a los que se saltan los límites de velocidad: cuantas más patrullas hay, más infractores caen, pero eso no quiere decir que sean más que antes”, dice. “No estoy tan convencida de que se copie más que antes; simplemente tenemos mejores medios para detectarlo.”

Si bien existen herramientas tecnológicas para combatir las copias, Teresa Fishman recomienda a los centros que intenten disuadir a sus alumnos de copiar por otros medios. “La mejor manera es desarrollar un sentido de la integridad académica e involucrar a los estudiantes en su propio aprendizaje”, explica. “Ellos no han ido allí solo para sacar un título. Una vez que se comprenda eso, el número de copias descenderá.”

Y aunque el papel del profesor ha cambiado, el formato no siempre se ha adaptado a la nueva realidad del siglo XXI, añade.

“Antes los estudiantes iban a un centro porque era allí donde aprendían, gracias a los libros y a los profesores. Ahora esa información está disponible en todas partes. Los profesores deben enseñar a los estudiantes a examinar contenidos y discernir qué información es la más valiosa”, dice. “No pueden limitarse a hacerles preguntas cuyas respuestas están en Google y no requieren una labor de síntesis.”

Herramientas antiplagio

Incluso aquellas empresas que ganan dinero ayudando a los centros a combatir el plagio admiten que es preferible recurrir a métodos preventivos.

Urkund es un sistema de control del plagio desarrollado por la empresa sueca PrioInfo que se emplea en centros de todo el mundo. “Preferimos ver nuestro sistema como, ante todo, una herramienta para prevenir el plagio”, dice Peter Witasp, manager de producto.

Urkund, que examina en la actualidad unos 10.000 documentos diarios, escanea textos entregados por estudiantes de casi todas las lenguas principales del mundo y los compara con los contenidos de un gran número de fuentes y bases de datos (Internet, bibliotecas, publicaciones) para detectar posibles similitudes entre el trabajo del alumno y textos ya publicados.

Peter Witasp señala la importancia de interceptar las copias desde el principio. “Coger a un copión es, a largo plazo, hacerle un favor a ese estudiante”, afirma.

Otra área donde se pueden dar copias es la de la identificación y verificación de estudiantes en relación a los exámenes y al e-learning. Hoy en día, la mayoría de las universidades comprueban físicamente los carnés de los estudiantes en las aulas de exámenes. A medida que los campus se vayan haciendo más grandes y más anónimos, puede que sean necesarios otros tipos más sofisticados de tecnología, como la biometría.

En lo que respecta a la verificación de identidades de estudiantes cuando se envían trabajos de forma electrónica, Peter Witasp dice que la empresa identifica a los estudiantes estrictamente por sus direcciones de correo electrónico.

“Pero el problema no es la identificación de la persona que envía el trabajo”, añade. “Cuando un estudiante está solo en su casa trabajando, hay que confiar en que haga lo que se supone que debe hacer.”
Por Jonas Rehnberg

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