El difícil equilibrio de la seguridad en los museos

Ciertos servicios públicos, como los museos o las bibliotecas, deben cumplir con la compleja tarea de estar abiertos y ser accesibles al público a la vez que protegen unos objetos cuyo valor es incalculable. Un juego de equilibrio enrevesado que solo es posible resolver con las herramientas y la formación adecuadas.

En el Walters Art Museum de Baltimore (Maryland, EE.UU.), tesoros griegos y egipcios conviven con obras maestras europeas y americanas en una colección que visitan unas 180.000 personas cada año. El museo quiere estar abierto el máximo tiempo posible. “Es una cuestión de supervivencia”, dice el director de seguridad y protección del museo, Chris Kunkel: “Si un museo no abre sus puertas al público, acaba por desaparecer.”

A su vez, reconoce que conciliar la apertura del museo con la protección de la colección frente a posibles robos y daños es “el reto más difícil de la seguridad del museo”.

Los conservadores quieren que los visitantes puedan acercarse a los objetos, algo que a Kunkel “le pone los pelos de punta”. Este prefiere instalar mamparas para impedir un acercamiento excesivo, o bien poner los objetos preciosos tras un cristal con cerrojo.

Cámara de seguridad

Algo similar sucede en Estocolmo, en el Museo Nacional de Historia de Suecia, que alberga una “cámara del oro” para guardar objetos de plata y oro que datan desde la prehistoria hasta la Edad Media. Esta habitación, similar a la cámara acorazada de un banco, se excavó bajo el museo en el año 1994.

“Debemos protegerlos de los robos y los cambios de temperatura, pero a su vez tenemos la obligación de exhibirlos. Con la cámara del oro hemos logrado ambas cosas.”

Cuenta Stefan Anderberg, jefe de seguridad del museo, que antes de existir la cámara los museos suecos sufrieron numerosos robos de objetos de oro y plata, y que esto les llevó a esconder sus piezas más valiosas en sótanos y cajas de seguridad. “Pero son objetos que nos pertenecen a todos y no podemos esconderlos”, continúa Anderberg. “Debemos protegerlos de los robos y los cambios de temperatura, pero a su vez tenemos la obligación de exhibirlos. Con la cámara del oro hemos logrado ambas cosas.”

El Museo Nacional ha construido vitrinas expositoras especiales dotadas de marcos de acero, sistemas de cierre y cristales de alta seguridad. El museo también posee sistemas de alarma electrónicos, puertas con cierre electrónico de alta seguridad y circuitos cerrados de televisión (CCTV) para la vigilancia. Pero uno de los factores más importantes de la seguridad, según Anderberg, es la capacidad de reacción que brinda la seguridad electrónica. “Todo lo que nos proporcione tiempo para tomar medidas rápidas en caso de robo u otro incidente es muy importante.”

Un sistema integrado de CCTV junto con un sistema de alarmas permite al Walters Museum obtener información rápida acerca de cualquier incidente y responder en el menor tiempo posible, dice Kunkel. “Si un sensor de movimiento detecta algo, como un cambio en la pixilación al mover una estatua por ejemplo, el software inmediatamente envía señales de alarma al operador en la sala de monitores.”

Todo cuanto ayude a realizar el trabajo con menos recursos humanos y económicos nos interesa.

Además de alarmas y cámaras, las zonas de almacenamiento de las obras de arte tienen puntos de control de acceso con lectores de tarjeta electrónica que mantienen un registro de entradas y salidas. Kunkel reconoce el enorme impacto que supone la tecnología en la gestión de la seguridad y la protección del museo, especialmente en tiempos de restricciones financieras y recortes de plantilla.

“Nos vemos obligados a confiar plenamente en nuestra tecnología y a integrarla con las cámaras de vigilancia y el personal de seguridad. Todo cuanto ayude a realizar el trabajo con menos recursos humanos y económicos nos interesa. Como por ejemplo, la posibilidad de vigilar la actividad a un coste bajo o mantener el grado correcto de humedad y temperatura en los displays.”

Ambos profesionales de seguridad están de acuerdo en que para mantener los museos abiertos y a su vez protegidos, es necesario que todo el personal del museo reciba la formación adecuada.

Espíritu de servicio = más seguridad

Cuando el Walters Museum dejó de cobrar su entrada hace unos pocos años, el número de visitantes creció en un 25% y el museo llegó a un público mucho más variado. Sin embargo, y en contra de lo que algunos habían predicho, los robos o el vandalismo no aumentaron. Según Kunkel, esto fue posible sobre todo gracias al refuerzo de la formación y concienciación del personal.

A consecuencia de una mayor apertura del museo, la formación de los agentes de seguridad se orientó hacia la atención al cliente. “El simple hecho de reconocer la presencia de una persona en el museo se entiende como una bienvenida y, a su vez, advierte de un ‘te estoy vigilando’ al potencial maleante”, señala Kunkel.

La presencia humana en los museos se está volviendo más importante debido a cuestiones cada vez más preocupantes como el vandalismo ideológico y el activismo político. Anderberg vaticina un crecimiento del crimen organizado contra el personal de los museos y sus familias y ya está trabajando para prevenirlo: “Monitorizamos los movimientos del personal mediante llaves-tarjeta y sistemas de CCTV. Si además trabajan con objetos, nos aseguramos de que tanto la persona como el objeto sean rastreables. Dentro de lo posible, por supuesto; no disponemos de CCTV en todos los rincones.”

Por Cari Simmons

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