Cuando la naturaleza ataca
Quienes tengan un generador y un pozo en su jardín no tienen por qué preocuparse, pero para el resto de los mortales es de vital importancia tener garantizado el suministro de gas, electricidad y agua.
Todos los países cuentan con planes para evitar que dicha infraestructura se vea amenazada; ahora bien, por su propia naturaleza, es difícil conseguir muchos datos sobre el funcionamiento de dichos planes.
“En nuestra opinión, ese tema al que te refieres es extremadamente delicado y es preferible mantenerlo alejado del dominio público”, nos dice un responsable de seguridad.
Y quienes sí pueden hablar solo están dispuestos a hacerlo en términos muy generales.
Dos hechos han servido para llamar la atención sobre los riesgos a los que se enfrentan los servicios públicos: los ataques del 11-S (seguidos de otros ataques terroristas similares), y el endurecimiento de las condiciones climáticas.
Aprendizaje constante
Stefan Mikus, que trabaja analizando los riesgos de la infraestructura energética en la Oficina Federal de Protección Civil y Asistencia para Situaciones de Emergencia del gobierno alemán (BBK), opina que en los últimos diez años ha aumentado la conciencia del peligro que entrañan los catástrofes naturales.
Cita como ejemplos las grandes inundaciones del río Elba en 2002, el fallo masivo del sistema eléctrico que se produjo en Italia en 2003 y el apagón de seis días de Münsterland – que se produjo cuando el hielo y las tormentas derribaron varias torres de alta tensión en la región centro-norte de Alemania – en 2005. Está también el caso extremo de los efectos del terremoto y el tsunami de 2011 en la red eléctrica japonesa.
“En el caso de Münsterland realizamos un análisis intensivo que resultó ser muy instructivo”, afirma Mikus.
“Tanto las compañías eléctricas como las autoridades aprendieron mucho.”
En su opinión, no hay duda de que una catástrofe similar, hoy en día, tendría efectos mucho más leves y sería mucho más fácil y rápida de remontar.
Colaboración real
Buster Brown, director de Seguridad y Planificación de Emergencias de South West Water en el Reino Unido, señala junio de 2007 (fecha en que gran parte del país se vio afectado por las inundaciones) como el gran punto de inflexión.
“Después de eso se elaboró el informe Pitt, en el cual se hacían 98 recomendaciones, y el gobierno adoptó la mayoría de las mismas. Es un proceso que está en marcha en este mismo momento”, asegura.
El procedimiento consiste en mantener regularmente reuniones entre las distintas partes involucradas.
“Ahora existe una verdadera colaboración. El gobierno escucha lo que le decimos, toma las soluciones adecuadas y promueve nuevas leyes si es necesario”, añade Brown.
Pero, ¿cómo podemos saber de dónde vendrá la próxima amenaza?
Hace poco se detectó el origen de una epidemia provocada por un virulento brote de bacteria E. Coli en unas semillas de fenogreco contaminadas. Pero se tardó mucho en hallar la causa, lo cual permitió que se dispararan las especulaciones: de hecho, se llegó a decir que la bacteria había sido deliberadamente introducida en el depósito de agua con el que se regaban las semillas.
Las grandes compañías del agua prácticamente excluyen esta posibilidad, puesto que cualquier tipo de contaminación externa habría sido detectada en el momento en que las aguas entraron en la planta de tratamiento.
Frank Blaha, director senior de investigación de la Water Research Foundation (Fundación de Investigaciones sobre el Agua), una organización internacional sin ánimo de lucro con sede en Estados Unidos, no excluye un ataque dentro del mismo sistema.
“Las probabilidades son bajas, pero no es del todo imposible”, afirma.
Servicios públicos resistentes
La mayoría de los consumidores de Estados Unidos, Inglaterra o Alemania obtienen su suministro de agua de alguno de los grandes proveedores, pero en algunas poblaciones pequeñas utilizan sus propios manantiales, e incluso hay granjeros que utilizan sus propios pozos. Cuando la prensa alemana se empezó a plantear la posibilidad de una contaminación bacteriana deliberada, resultó evidente que las ciudades y pueblos más pequeños serían los puntos más vulnerables.
Una cuestión delicada para los servicios públicos es que gran parte de su infraestructura está muy alejada y dispersa. Es relativamente fácil detectar los riesgos en una central nuclear o una estación de bombeo de agua, y lógicamente estos riesgos resultarían obvios si estos lugares fueran atacados, pero es más difícil realizar un seguimiento de un cable de luz que atraviesa una montaña remota.
Por ello Blaha se refiere a “servicios públicos resistentes”.
“No se puede prevenir todo”, dice. “Es necesario planificar la reconstrucción tanto como la prevención.”
Esto puede suponer, por ejemplo, que las compañías del agua colaboren ayudándose entre sí cuando una de ellas se vea en dificultades.
Pero gestionar un incidente una vez ocurrido no es sino uno de los muchos aspectos de la gestión de riesgos, que según Blaha se ha convertido en el centro de interés de las principales compañías del agua a las que representa su organización. Especialmente en la costa oeste estadounidense, la resistencia a los terremotos se ha convertido en un tema crucial, y se están realizando numerosos estudios para analizar hasta qué punto los sectores del agua japonés y neozelandés han sido capaces de mantener sus estándares de rendimiento después de los recientes desastres.
Riesgos conocidos y desconocidos
En la alemana BBK, la gestión de riesgos se considera “la otra cara de la moneda” de la gestión de casos de emergencia. Se ha adoptado un “enfoque abierto a cualquier peligro”, lo cual requiere estar preparado para una amplia gama de riesgos y analizar cuáles se pueden prevenir de manera realista. Dicho enfoque también subraya los aspectos más comunes de muchos riesgos, para poder así gestionarlos mejor en caso de que se presenten.
Pero los riesgos siempre estarán ahí. En algunos casos se deberá a que las probabilidades de un incidente determinado son tan remotas que, desde un punto de vista económico, no parece lógico actuar contra él. Brown señala que en el oeste de Inglaterra se produjo un tsunami hace varios cientos de años, pero las posibilidades de que se repita son tan escasas que proteger aquellas infraestructuras no se considera una prioridad.
BBK se dedica a analizar posibles riesgos en el futuro: Mikus no solo cree que el cambio climático va a provocar incidentes más frecuentes y más graves, sino que también está examinando riesgos que hasta ahora apenas han sido tenidos en cuenta, como los posibles efectos de las tormentas geomagnéticas sobre las redes eléctricas. Puede que no tengan importancia, pero es preciso asegurarse.
Más importantes son aún los riesgos no previstos.
“Nunca vamos a tener una seguridad al 100%; siempre va a haber riesgos desconocidos. Lo importantes es identificar y mitigar tantos riesgos como sea posible”, dice Brown.
Pero según Brown, tener buenas costumbres da sus frutos:
“Hay que contar con lo desconocido, de modo que cuando se presente podamos reaccionar con mucha más rapidez.”
Por Michael Lawton